Herencia materna
- Etty Kaufmann Kappari
- 16 ago
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Actualizado: 17 ago
Se acaba de poner sus jeans, sus zapatillas blancas, va por su sombrero al armario de abajo y por las bolsas de yute a la cocina. En la parrilla de su bicicleta acomoda las bolsas, se pone el sombrero, se monta en esa bicicleta pesada que le regaló su papá cuando tenía once años y dobla a la derecha, subiendo por Octavio Espinoza en dirección al mercado. Llega al mercado y va directo al puesto de los melocotones, el puesto de Lourdes, la que dio a luz a un niño el mismo día que le mataron a su esposo. Lourdes amiga de esos días de mercado.
El mercado es su escape y su refugio, las dos cosas al mismo tiempo. Es su ratito de poder elegir las frutas, hablar a quien le dé la gana, ir a la derecha o a la izquierda; decir lo que piensa; sacarse o ponerse el sombrero. Es la libertad de su tiempo y movimiento; de lo que mira o a lo que le quita la mirada. Es su vida vivida por ella misma.
El mercado es su secreto y su joya. Mi herencia materna.





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